El impacto de las nuevas tecnologías en la educación en valores del siglo XXI






EL CAMBIO EN LA WEB QUE REVOLUCIONÓ LA SOCIEDAD

En 1991, Tim Berners–Lee, un físico educado en Oxford, implementó la World Wide Web como un sistema para mejorar la comunicación entre científicos en el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, 2003a). La Web se convirtió en otra de las nada sencillas formas de compartir información a través de internet disponibles en esos momentos. El 30 de abril de 1993, el CERN tomó la decisión de poner ese software en el dominio público para facilitar su desarrollo por parte de todos, sin que ninguna empresa tuviera que pagar por usarlo, mejorarlo o modificarlo. Ésta fue una decisión decisiva sin la cual, en palabras de Berners–Lee, ''hoy no tendríamos la Web'' (CERN, 2003b). Al ser patrimonio de todos, las empresas y los gobiernos invirtieron enormes sumas en implementar esta forma de comunicación de la que todos podían sacar provecho económico sin pagar royalties a nadie.

Curiosamente, fue una decisión moral la que permitió el desarrollo de lo que hoy es una herramienta fundamental en casi cualquier ámbito de nuestras vidas, la utilicemos en nuestro trabajo o no. Fue una decisión altruista y generosa de poner una potente y útil tecnología para beneficio común de toda la humanidad, sin esperar ninguna compensación a cambio, lo que hizo que surgiera la Web como la conocemos y que hoy sea posible comunicarnos, organizarnos y compartir información como lo hacemos.

Tras una enorme inversión de empresas y gobiernos, la disminución del precio de los ordenadores y la mejor accesibilidad para conectarse a internet, llegó lo que se dio en llamar la Web 2.0. Este término fue acuñado por Tim O’Reilly, dueño de la que quizás sea la editorial de libros de informática más importante del mundo, en 2004 (O’Reilly, 2005). La notación 2.0, siguiendo la convención usada en informática para indicar las diferentes versiones (y, por consiguiente, el grado de estabilidad y robustez) de las aplicaciones de software, implicaba una evolución (de lo que ahora consideramos la Web 1.0) marcada, principalmente, por el nivel de participación y protagonismo del usuario en este nuevo espacio de comunicación (de ahí que otra denominación equivalente a Web 2.0 sea la ''Web lectoescritora''). Ejemplos ilustrativos de la Web 2.0 son Wikipedia o YouTube,en los que los usuarios son los que aportan los contenidos e interactúan de manera activa entre sí; su participación es determinante para el éxito de estos sitios.

La Web es ahora un espacio plural en el cual el usuario ya no sólo consume información, sino que también, y sobre todo, produce contenidos con recursos mínimos, ya que el modelo de negocio que ha triunfado en la Web 2.0 facilita la participación masiva con muy fácil acceso al servicio; los modelos de negocio tradicionales en los cuales el acceso al producto es única y exclusivamente previo pago han sido reemplazados por modelos freemium (como Flickr.com o Slideshare.com) o basados en la publicidad muy orientada (como sería el Facebook o Google), por citar algunos ejemplos.Por su parte, el usuario ha pasado a tener un papel muy dinámico, a dar a conocer su propia voz, sus ideas y sus obras en la Web y a relacionarse con otros usuarios a un nivel sin precedentes en la historia.



EL MUNDO EDUCATIVO Y EL CAMBIO EN LOS VALORES ÉTICOS

Las posibilidades que abrió la Web 2.0 permiten ahora implementar en la educación teorías pedagógicas bien conocidas desde hace muchos años, como el constructivismo social (Vygotsky, 1962),que eran mucho más difíciles de aplicar en tiempos anteriores o más recientes, como el conectivismo (Siemens, 2004), que surgen para explicar cómo aprendemos en los nuevos contextos tecnológicos actuales. La metodología conductista tradicional, tan extendida hoy en día, supone un anacronismo pedagógico con serias implicaciones en el campo de los valores.La implementación de las nuevas tecnologías y el acceso a Internet se está realizando de forma masiva, incluso en países considerados ''en vías de desarrollo'', como los de Latinoamérica, de ahí que pensamos que las ideas expresadas en este artículo tienen una amplia validez más allá del panorama del mundo desarrollado occidental.

El profesor ha gozado del respeto de la sociedad por sus conocimientos (Esteve, Franco & Romañá, 1995, p. 53).Cuando la posibilidad de obtener la información de los libros no era tan fácil (las enciclopedias y los libros nunca fueron gratuitos), la persona que tenía acceso a ellos y contaba con un conocimiento más amplio de la realidad se convertía en la institución educativa, en la fuente de sabiduría e iluminación para los estudiantes, quienes copiaban sus palabras y las memorizaban para reproducirlas en el examen. Cuanta mayor similitud entre lo reproducido y lo dictado, mayor la recompensa en forma de calificación. Esta concepción de la educación, en la que el profesor era la fuente de sabiduría incuestionable y los estudiantes hojas en blanco cuyo deber era anotar la información que se les proporciona para incorporarla como propia, condiciona todo el contexto educativo: el espacio físico, los roles y funciones de los diferentes actores en el proceso, la gestión del tiempo en el proceso educativo y, quizás, el aspecto más importante: los valores que adquiere el estudiante como ciudadano y de cuya adquisición dependerá su éxito o fracaso en la inserción en la sociedad.

El buen estudiante, según la concepción tradicional, en los tres niveles educativos del sistema, desde primaria hasta la universidad, muestra una serie de características, entre las que podríamos mencionar: obedece al profesor sin cuestionarlo; otorga su respeto al profesor por el mero hecho de serlo; escucha atentamente cuando el profesor habla y pide permiso para preguntar si tiene dudas; se ciñe a lo que se le dijo que es lo ''correcto'' y lo reproduce con precisión; sigue las normas de la institución y del profesor y no intenta violarlas o cambiarlas; y sólo habla con los compañeros cuando el profesor lo autoriza (recreo o tiempo autorizado para comentar algo como parte de una actividad en la clase). En otras palabras, el considerado ''estudiante modelo'' resulta serlo por haber adquirido los valores y las actitudes esperables de un trabajador no cualificado en una fábrica. Sólo tenemos que sustituir ''profesor'' por ''capataz'' en las líneas anteriores y veremos que podemos pensar en un ''buen estudiante'' y en un ''buen obrero'' con los mismos valores y actitudes.

Los ciudadanos obedientes, que no cuestionan las normas, que hacen lo que se les dice, entre otros aspectos, son, sin duda, los ciudadanos ideales, pero sólo desde un punto de vista: el del gobierno.

Los valores ciudadanos que deberíamos fomentar en las escuelas tendrían que ir en una dirección muy distinta si en realidad queremos que sepan vivir en una sociedad democrática. El ciudadano de hoy tiene que ser muy crítico con la información que recibe, pues los medios de comunicación mayoritarios privados pertenecen a unos pocos grupos empresariales con estrechos lazos con ideologías políticas, y los medios públicos son en general la voz del gobierno o de los grupos de poder vigentes, por lo que el ciudadano tiene que saber distinguir los hechos de las conclusiones que se le muestran.

El objetivo para ser un ''buen ciudadano'' (Martínez, 2006, pp. 85–102) no debería ser satisfacer las expectativas del profesor tanto como satisfacer las de la sociedad; es decir, el diálogo con el otro, la solidaridad, la justicia social y la participación social tienen que ser valores fundamentales que deberían promocionarse de forma explícita y no implícita en el sistema educativo tradicional. Otro valor fundamental para los ciudadanos del siglo XXI es la necesidad de tener iniciativa propia, de contar con capacidad crítica, de ser capaces de plantear proyectos y cuyo único recurso ante un posible despido no sea irse a casa y esperar que alguien vuelva a contratarlo. La sociedad es cada vez más cambiante (pensemos que Internet se implantó en los hogares hace unos diez años y los cambios en todos los aspectos, social, económico, político, han sido tremendos) y no es posible predecir, ni siquiera imaginar, cómo será la sociedad dentro de treinta años. Por eso, los conocimientos y aptitudes que hoy son necesarios pueden ser obsoletos e innecesarios en el futuro. Sin embargo, la capacidad de tener iniciativa, de saber evaluar con espíritu crítico, analizar la realidad evitando prejuicios y buscar los datos más fiables para tomar decisiones son habilidades que siempre serán útiles y que el sistema educativo debería estar promocionando de una forma muy activa.

He aquí que un cambio profundo en la institución educativa es muy necesario si queremos preparar a la ciudadanía para una sociedad sobre la cual sólo podemos especular acerca de cómo será y dónde están las herramientas para enfrentarse a lo que hoy podemos considerar como incertidumbre. 


LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS (NNTT) Y EL CAMBIO EN LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA

Los estudiantes utilizan la Web en su formación siempre que esté mínimamente accesible (en países con niveles de pobreza extremos las prioridades serán distintas a la educación). Sea para buscar información, colaborar con sus compañeros en algún proyecto o enviar archivos, el acceso a internet es hoy una necesidad para que un estudiante no parta con una gran desventaja frente a sus compañeros. Sin embargo, limitar el uso de la Web para ''hacer los deberes'' que el profesor asignó, es perder una gran oportunidad para mejorar el proceso de aprendizaje que podríamos comparar con una escuela que se basara exclusivamente en la oralidad y no usara la lectoescritura.


La Web permite considerar la posibilidad de una completa y necesaria reestructuración de la institución educativa para adaptarla a los tiempos actuales y que contribuya a fomentar los valores que mencionábamos ya como fundamentales para preparar a los estudiantes para el futuro, al tiempo que, muy probablemente, ayudará a desechar prejuicios y actitudes negativas tanto hacia el sistema escolar como hacia el profesional docente. Nuevas metodologías pedagógicas pueden, gracias a herramientas novedosas, implementarse ahora con éxito;entre otros cambios, se plantea uno en el rol del estudiante y del profesor (Bautista, 2006, p.37).

El rol del profesor 

El profesor, salvo las raras excepciones de los líderes mundiales en sus campos de estudio, ya no es visto por el estudiante como ''la fuente de sabiduría''. El estudiante sabe que ningún profesor puede competir con la información presente en la Web, la cual puede estar escrita por las personas más expertas en un tema en el ámbito mundial. La forma en que el profesor obtiene el respeto del estudiante, al contrario que en tiempos pre–WWW, ya no es por acumulación de conocimientos (los conocimientos tecnológicos del estudiante serán, casi sistemáticamente, mayores que los del profesor y la información sobre cualquier materia se podrá encontrar en la Web), por lo que nuevas habilidades pedagógicas son necesarias para recuperar ese respeto perdido del estudiante. Así, la aportación que el profesor ha de hacer a los estudiantes no es la de proporcionar la información ''correcta'', sino ayudarles a encontrarla, seleccionarla, a identificar las fuentes fiables, a enseñarles a citarla y hacerla suya respetando la autoría. 

Este cambio de rol implica un cambio de valores importante. El profesor tradicional exige silencio, obediencia y atención a su persona. El profesor del siglo XXI, como facilitador, fomenta el debate, la iniciativa y la atención a los compañeros para, entre todos, con su supervisión y apoyo, ir encontrando el camino hacia el conocimiento. Da protagonismo al estudiante, promueve la participación y premia el trabajo en equipo y la capacidad de debatir y solucionar conflictos de forma razonable y razonada. Este no es un profesor autoritario que impone la ley, sino que negocia las reglas con los estudiantes para que sean ciudadanos responsables. 

En la práctica, esto implica que las charlas magistrales dejan de tener mucho sentido y el trabajo en grupos, la realización de proyectos, las presentaciones de estudiantes y otras actividades similares, toman el protagonismo. Las NNTT facilitan que los estudiantes puedan trabajar juntos a pesar de la distancia, que puedan colaborar en un mismo documento desde distintas localizaciones, y que compartan información y recursos sin estar físicamente al lado, por lo que este tipo de metodología es muy factible. 

Sobra decir que, en primer lugar, para implementar una metodología que cuenta con las NNTT, el profesor debe conocer el mundo online y las distintas herramientas. Esa formación ha de comenzar en la universidad, pues de ahí salen los profesores de primaria y secundaria que darán sus clases siguiendo los modelos de sus maestros. Hoy, esa enseñanza no se está dando apenas en las universidades, por lo que los profesores de primaria y secundaria, cuya función es estrictamente docente y sin una dedicación para la investigación (como es el caso de los que trabajan en una universidad), tienen que improvisar y aprender por ellos mismos lo que se les debería haber enseñado como parte de su formación docente. 

En un informe realizado en España en 2008, 66.3% de los profesores declararon haber aprendido lo que sabían de las NNTT por sí mismos (Sigalés et al., 2008, p. 130). El resultado de esta carrera autodidacta al tiempo que tienen que cumplir con sus obligaciones docentes implica que la formación en NNTT es muy deficiente y sólo tienen conocimientos básicos de las tareas más simples (búsqueda de información, descarga de archivos, manejo de correos electrónicos y mensajería instantánea), con menos de 30% con conocimientos para publicar contenidos en internet y menos de 20% que sepan modificar páginas web o blogs (ver gráfica). En otras palabras, este estudio muestra un profesorado que usa la Web como se hacía hace antes de 2004, de forma pasiva, sin participar en ella, usándola como quien usa una biblioteca y con los tradicionales sistemas de comunicación de los primeros tiempos (correos electrónicos y mensajería instantánea). 


El rol del estudiante 

Los valor es del estudiante también son distintos en este nuevo planteamiento educativo, pues su papel pasa de una actitud pasiva a una en la que tiene todo el protagonismo; ya no copia al dictado lo que dice el profesor, escuchando atentamente y en silencio, una clase tras otra (con ligeras variaciones en función de la asignatura y del profesor, pero siempre con el esquema y el grado de participación decidido por el profesor). Ahora, el estudiante debe adquirir valores y actitudes propios de un ciudadano con iniciativa, crítico, que sabe interpretar la realidad e identificar las fuentes de información, que sabe trabajar en equipo y ser tolerante con los puntos de vista distintos al suyo. 

En contraste con la deficiente formación de los profesores (Alonso, 2005, p. 80) en usar las herramientas de la Web, 40% de los estudiantes entre diez y dieciocho años han construido un blog, un sitio web o un fotoblog, y va en aumento la tendencia de pasar de (únicamente) consumidor a (también) creador de contenidos hasta superar 50% a los dieciséis años (Bringué & Sádaba, 2009, p. 95). Estos datos plantean una situación paradójica en la que el estudiante tiene mayores conocimientos tecnológicos que el profesor, cuyo conocimiento de las NNTT es muy escaso. Este hecho no es algo particular de nuestros días(Amorós, Buxarrais & Casas, 2002); la gran diferencia no es que los estudiantes sepan más que el profesor sobre un equipo de futbol, un grupo de música o alguna actividad juvenil, sino que ahora saben más sobre herramientas tecnológicas que están definiendo la realidad en la que vivimos y de las que cada vez dependen más y más facetas de nuestra vida, tanto profesional como personal. 


De todas formas, la reacción de los estudiantes cuyos profesores optan por estas metodologías no tradicionales no siempre es positiva. No debemos pensar en el estudiante oprimido y reprimido por el profesor que sacará todo su potencial, su iniciativa y sus ganas de participar en cuanto el profesor lo libere de las ataduras de una metodología autoritaria y unilateral. El estudiante, en especial cuando está a un cierto nivel académico y lleva un número considerable de años en instituciones educativas, ha entrado a formar parte de ese sistema y ha aceptado el papel asignado. Los cambios siempre implican esfuerzo de adaptación, no sólo para el profesor, sino también para el estudiante, con lo que, si bien es fácil encontrar una respuesta muy positiva (en la clase de Educación moral de la licenciatura de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, en la que tradicionalmente había una matrícula de unos 23 alumnos, tras implementar esta nueva metodología, vio al año siguiente un aumento de más de cien por ciento), también es posible advertir resistencia al cambio por parte de los estudiantes, pues la actitud pasiva y mecánica del obrero (objetivo con el que se crearon las escuelas en la revolución industrial) es mucho más fácil de adquirir que la de un ciudadano crítico, activo y emprendedor. Es importante tener en cuenta este punto para evitar expectativas idealistas que no siempre coincidirán con la realidad. 

El rol de la institución 

Si desde las instituciones educativas de educación superior no se apoya una metodología distinta a la tradicional que pueda mejorar la formación de los ciudadanos del mañana, y haga que desarrollen valores y actitudes distintos a los que fomentaba el sistema educativo, el profesor se encontrará con demasiados problemas y su iniciativa no llegará muy lejos o, por lo menos, no tan lejos como podría haber llegado con el apoyo de la institución. Vamos a considerar algunos puntos en los que las autoridades educativas podrían actuar para promover este cambio de valores en la sociedad. 

 Flexibilidad en el tiempo y el espacio 

La estructura actual de los centros educativos, muy en línea con el contexto de la revolución industrial en que se forjó la educación en masa, comparte las características de una fábrica. Hay una dirección que gestiona a unos pocos profesionales (profesores/capataces) que se ocupan de que la masa de trabajadores (estudiantes/obreros) se esfuercen por cumplir los objetivos (formación/producción). Esto se lleva a cabo en un horario rígido en el que no se admite la flexibilidad, todos comienzan y terminan a la vez, todos descansan únicamente cuando la institución lo indica, hay que pedir permiso para cualquier ausencia (que debe estar justificada), todo está dividido en secciones, siguiendo el montaje en cadena de las fábricas y, si hay que producir/educar en mayor cantidad, se añade otro turno por la tarde. 

Como ya hemos comentado, si los estudiantes son tratados como obreros de una fábrica de montaje en cadena, los valores y actitudes que tendrán como ciudadanos serán los de un obrero. Si queremos que sus valores sean más acordes con los nuevos tiempos y que su formación sea mucho más efectiva, es necesario dejar atrás esta encorsetada estructura y plantear nuevas ideas sobre los horarios y el espacio en que tiene lugar el proceso educativo. 
Una cuestión que hay que preguntarse es si los horarios en los centros educativos se diseñan para el mejor rendimiento de los estudiantes o para la mayor conveniencia de los profesores. Poner un horario fijo e inamovible para todos los estudiantes (desde los cinco años o antes) que empieza a horas más tempranas que la apertura de las tiendas, cuando en invierno aún es de noche y las condiciones climatológicas pueden ser adversas, hace que nos preguntemos si el estudiante se levantará motivado para aprender y si hay alguna razón pedagógica para el diseño del tal horario, como no sea equiparar el horario del docente al de otros puestos en la administración que no tienen nada que ver con el mundo educativo. Pensemos también que muchos niños no tienen la institución al lado de casa, con lo que la hora a la que se tienen que levantar puede llegar a ser considerablemente más temprano. 

Asimismo, el orden de las distintas asignaturas a lo largo del día (ver ejemplo en la gráfica) no parece obedecer a criterios pedagógicos (poner una asignatura como matemáticas después de educación física, un viernes a última hora, no parece lo más acertado para lograr el mejor rendimiento de los estudiantes en esa asignatura), sino que se establece en los centros según la voluntad del profesor, que escogerá horarios con criterios personales en función de variables como su antigüedad en el centro, grado académico, entre otras, que le den mayor o menor prioridad a la hora de escoger el horario para sus asignaturas. Poner matemáticas en las dos últimas clases del día de un niño de seis años (siguiendo con el ejemplo en la tabla), teniendo en cuenta que son días de seis clases, difícilmente podría explicarse con criterios pedagógicos, que tal vez aconsejarían colocar una asignatura así en las primeras horas del día y dejar para las últimas horas, cuando el estudiante ya está más cansado (en especial si tuvo asignaturas como educación física antes), materias que requieran menos esfuerzo intelectual. 

Por otro lado, el espacio donde ocurre el proceso educativo es otro aspecto que podría cuestionarse, en particular en los niveles superiores (en primaria, las escuelas actúan muchas veces de guarderías, por lo que la flexibilidad en este nivel sería más difícil de aplicar por los problemas que ocasionaría en el ambiente familiar cuando tanto la madre como el padre tienen un horario laboral que cumplir). Hay veces en que las instalaciones de la institución educativa pueden ser muy necesarias y relevantes, como el laboratorio para experimentos de química, el gimnasio con sus aparatos, la sala de informática... Sin embargo, las clases en la universidad, por ceñirnos al nivel universitario en el que es más factible es establecer esta flexibilidad espacio–temporal, muchas veces consiste en una charla magistral del profesor explicando algo. Y una clase tras otra escuchando a distintos profesores y tomando apuntes, podemos concluir con la imagen de haber ido a una sala de duros asientos para ver una serie de ''retransmisiones'' muy similares a una serie de videos. 

Las NNTT nos permiten cuestionar esta organización espacio–temporal de modo constructivo porque aportan alternativas y soluciones mucho más acordes con los objetivos, tanto en valores como en rendimiento académico, que planteamos como necesarios para la formación de ciudadanos en el siglo XXI. En primer lugar, debemos dejar claro que las NNTT no pretenden demoler los edificios y evitar todo contacto presencial entre los miembros de la comunidad educativa; muy al contrario, lo que intentan es fomentar una mayor comunicación y participación complementando las sesiones presenciales con la participación a distancia y optimizando el tiempo, de forma que no sea necesario (como lo era cuando no había otros medios) perder el tiempo para estar todos en el mismo sitio cuando pedagógica y socialmente no tiene ningún beneficio. 

Así, la flexibilidad tanto en los horarios como en el espacio es posible gracias a las distintas plataformas de gestión de contenidos (Moodle, aTutor, Dokeos, entre otras) y los muchos servicios de comunicación, sincrónicos (mensajería instantánea) y asincrónicos (correo electrónico y foros). El escenario que se plantea en este artículo es uno donde el estudiante tiene opciones, tiene flexibilidad para trabajar y puede escoger en qué momento quiere trabajar una materia u otra, dentro de plazos razonables establecidos previamente por el profesor. Las explicaciones pueden ser las mismas charlas magistrales del profesor grabadas en video y puestas a disposición de los estudiantes para que las vean cuantas veces quieran y en el momento que lo deseen, teniendo a su disposición tutorías presenciales y a distancia para aclarar dudas, tanto de forman grupal como individual. Este planteamiento garantiza un seguimiento de cada estudiante mucho más personalizado (las plataformas registran cada movimiento del estudiante, el tiempo que ha pasado en la plataforma o qué recursos ha visitado), con lo que, a pesar de la distancia, el profesor tendrá mucho más contacto con el estudiante y podrá hacer un seguimiento de su trabajo, sus problemas y avances mucho más personalizado que si estuviera viendo una cabeza más tomando apuntes en la clase. Al fomentar la iniciativa y responsabilidad a la hora de organizar su trabajo, estaremos formando un estudiante muy distinto al actual, capaz de distribuir su tiempo y establecer sus prioridades, de trabajar en equipo, de saber expresarse tanto por escrito como oralmente para exponer sus puntos de vista y debatir con sus compañeros, de conocer y usar las NNTT de modo correcto, y de ser creativo, responsable y con iniciativa.

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